jueves, 3 de diciembre de 2015


"WARMA KUYAY"

Agua. Los escoleros. Warma kuyay, o simplemente Agua, es un libro de cuentos del escritor peruano José María Arguedas publicado en 1935. Fue el primer libro publicado por este autor, que entonces tenía 24 años de edad. Correspondiente al movimiento indigenista, obtuvo el segundo premio en el concurso internacional promovido por la Revista Americanade Buenos Aires y fue traducida al ruso, alemán, francés e inglés por La Literatura Internacional, de Moscú. La edición original la conformaban tres cuentos, especificados en el título de la obra. Desde 1931 Arguedas era estudiante de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos en Lima y entre 1933 y 1934 publicó sus primeros cuentos que aparecieron en la prensa local. Estas primeras obras convencionalmente se calificaron de «indigenistas», aunque ya se distinguían notoriamente de los relatos de Enrique López Albújar y Ventura García Calderón, hasta entonces los más conspicuos representantes del indigenismo literario en el Perú. El mismo Arguedas explica los motivos que le impulsaron a escribir: Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones sobre los indios; los describían de una forma tan falsa escritores a quienes yo respeto, de quienes he recibido lecciones como López Albújar, como Ventura García Calderón. López Albújar conocía a los indios desde su despacho de juez en asuntos penales y el señor Ventura García Calderón no sé cómo había oído hablar de ellos... En esos relatos estaba tan desfigurado el indio y tan meloso y tonto el paisaje o tan extraño, que dije: "No, yo lo tengo que escribir tal cual es, porque yo lo he gozado, yo lo he sufrido" y escribí esos primeros relatos que se publicaron en el pequeño libro que se llama Agua

La aparición de la colección Aguaen 1935 inauguró pues una nueva etapa en la historia del indigenismo literario en el Perú.

" LOS RÍOS PROFUNDOS"

El Cusco, donde se inicia el relato, es el centro simbólico del mundo al que pertenece el protagonista. Destino del peregrinaje, la antigua capital de los incas tendría que ser el sitio del bienestar y del reposo. Por el contrario, se convierte en una escala turbadora de la existencia, pues en ella impera una semifeudalidad andina que, dentro de la novela, es semejante al Mal -a la vez metafísico y tangible- de las novelas góticas. "Los señores avaros habrían envenenado quizás, con su aliento, la tierra de la ciudad", conjetura Ernesto al partir con su padre, fracasado el "extraño proyecto" que los había llevado hasta la residencia del Viejo, el pariente cruel y devoto, señor de cuatro haciendas, que usurpa el lugar utópico de la autoridad legítima. Esa atmósfera maldita, sin embargo, no anula la experiencia de lo sublime, que arrebata a Ernesto durante su ritual privado ante el muro del palacio de Inca Roca o cuando de noche escucha, transido, "el canto de la María Angola", la campana de la catedral. Para la sensibilidad a la vez alerta y febril del protagonista, en el Cusco -como, luego, en Abancay- se representa la tragedia de la comunicación en una sociedad bilingüe y dividida por ancestrales barreras étnicas y de clase. En esa tragedia, donde el saber mítico y la densidad histórica se conjugan, él es el actor que hace de testigo. 
En "La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú", Arguedas confiesa que a principios de los años 30, mientras se esforzaba por darle forma a los relatos de Agua (1935), le "alumbraron el camino" dos libros: El tungsteno, de César Vallejo, y Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes. Los ríos profundosmuestra -sin calco ni copia, por cierto- que, en las décadas siguientes, Arguedas no habría de olvidar el relato elegíaco de Güiraldes. En efecto, Los ríos profundoses también una novela de aprendizaje, como aquella en la cual Fabio Cáceres -que, al comenzar la historia, tiene la misma edad que Ernesto- evoca sus andanzas por la pampa argentina con su mentor, el gaucho Sombra. En ambos textos, la crisis adolescente se presenta como una búsqueda del sentido de la socialización; en los dos, el vínculo estrecho con el paisaje natural y con la cultura popular nutre y fortalece al personaje durante un estadio crucial de su vida. Hay, sin embargo, una diferencia de fondo. En la novela de Arguedas no hay un maestro que, armoniosamente, guíe al púber por la ruta de su formación. De hecho, las figuras masculinas de autoridad -el padre biológico o el Padre Linares, "santo predicador de Abancay y director del colegio"- son, en un sentido radical, ambiguas. En rigor, no son modelos de conducta, sino objetos de observación. Como señala Franco Moretti, el sub-género de la novela de aprendizaje se bifurca en dos grandes vertientes: en una, el héroe se integra al orden adulto; en la otra, esa integración es problemática o imposible. Don Segundo Sombrailustra, sobriamente, la primera opción. Los ríos profundos, con agónica intensidad, ilumina la segunda.

TODAS LAS SANGRES

Es la quinta noveladel escritor peruanoJosé María Arguedaspublicada en 1964. Es la novela más larga de dicho autor, y la más ambiciosa, siendo un intento de retratar el conjunto de la vida peruana, por medio de la representación de escenarios geográficos y sociales de todo el país, aunque el foco se sitúa en la sierra. El título alude a la variedad racial, regional y cultural de la nación peruana. La novela se desenvuelve entre dos ideas fundamentales: el peligro de la penetración imperialista en el país por intermedio de las grandes transnacionalesy el problema de la modernización del mundo indígena.
La novela se inicia con el suicidio de don Andrés Aragón de Peralta, jefe de la familia más poderosa de la villa de San Pedro de Lahuaymarca, en la sierra del Perú. Su muerte anuncia el fin del sistema feudal que hasta entonces ha predominado en la región. Don Andrés deja dos hijos: don Fermín y don Bruno, enemigos y rivales, quienes en vida del padre se habían ya repartido sus inmensas propiedades. El conflicto principal gira en torno a la explotación de la mina Apar’cora, descubierta por don Fermín en sus tierras. Don Fermín, prototipo del capitalista nacional, quiere explotar la mina y traer el progreso a la región, a lo que se opone su hermano don Bruno, latifundista tradicional y fanático católico, que no quiere que sus colonos o siervos indios se contaminen de la modernidad, que según su juicio corrompe a las personas. Con la llegada de un consorcio internacional la Wisther-Bozart se inicia la disputa por el control de la mina de plata. Don Fermín no puede competir ante la gigante transnacional y se ve obligado a venderle la mina, que desde entonces adopta el nombre de Compañía Minera Aparcora. Ante la necesidad de abundante agua para el trabajo de la mina, la compañía muestra interés por las tierras del pueblo y de las comunidades campesinas aledañas, obligando a que se los vendan a precios irrisorios; para ello cuenta con la complicidad de las autoridades corruptas. La compañía actúa como una fuerza desintegradora que hace de todo para conseguir el máximo lucro, sin importarle los perjuicios que causa a los pobladores. Se inicia entonces un proceso de convulsión que lleva a la movilización del campesinado liderado por Rendón Willka, un comunero indio que ha vivido en la capital del país donde ha aprendido mucho. Bajo sus órdenes estallan levantamientos que son reprimidos sangrientamente por las fuerzas gobiernistas pero que son el anuncio de la rebelión final.


"YAWAR FIESTA"


Es la primera novela del escritorperuanoJosé María Arguedaspublicada en 1941. Pertenece a la corriente del indigenismo. Ambientada en el pueblo de Puquio(sierra sur del Perú), relata la realización de una corrida de toros al estilo andino (turupukllay) en el marco de una celebración denominada yawar punchay(fiesta de sangre). Según los críticos, es la más lograda de las novelas de Arguedas, desde el punto de vista formal. Se aprecia el esfuerzo del autor por ofrecer una versión lo más auténtica posible de la vida andina sin recurrir a los convencionalismos y al paternalismo de la anterior literatura indigenista de denuncia.
Cronológicamente la obra está ambientada en la década de 1930, aunque hace regresiones a épocas pasadas, como los años 1920, e incluso a siglos antes, en tiempos de la gestación del pueblo Puquiano. La novela relata una de las costumbres más tradicionales de las comunidades indígenas del Perú: la “corrida india”, que se celebra todos los años el 28 de julio, aniversario de la fundación de la República del Perú. La corrida india es un evento espectacular donde un torodebe enfrentarse, en un pampón, a unos cien o doscientos indios a manera de toreros o capeadores espontáneos, y del cual son parte otros elementos como la música de los wakawak`ras, (trompetas de cuerno de toro), cánticos populares (huaynos), el consumo de aguardiente, el uso de dinamitapara matar al toro, e incluso la muerte de muchos indios, despanzurrados por el cornúpeta. Esta tradición se ve amenazada por una orden proveniente de la capital, que la prohíbe pues la considera una práctica “bárbara”. Ante la negativa de los indios para acatar la orden, las autoridades buscarán la manera de permitir las corridas pero “decentemente”: contratan un torero profesional que lidiará a la manera “española”. Con ello quitan la esencia misma de la fiesta, pero esta finalmente se realiza, imponiendo los indios su tradición ante los ojos de los principales del pueblo. Cabe señalar que en este relato de Arguedas no se menciona al cóndor atado al lomo del toro, que actualmente es la variante más conocida del yawar
fiesta.

OBRA : "EL SEXTO"


Cuenta las experiencias de Gabriel durante su prisión en la conocida cárcel limeña. La fetidez, el aspecto sombrío, el envilecimiento de la persona son las notas primeras que diseñan la forma de la cárcel y su mundo cerrado. Gabriel ingresa en ella a causa de su actividad como líder estudiantil: al hacerlo, tiene la impresión de haber penetrado en una ciudad turbulenta y desconocida. Los personajes que encuentra (criminales, maleantes, degenerados, presos políticos y estudiantes), su conducta, los hechos insólitos convertidos en norma carcelaria, la estratificación del penal –especie de jaula rectangular dividida en tres pisos horizontales– en donde se distribuyen, de abajo hacia arriba: vagos y asesinos, maleantes no avezados, y detenidos políticos. Esa realidad –que no es paisaje natural– cosificada en el volumen oscuro de la cárcel, lo incita al recuerdo de la infancia serrana, bajo el sol brillante que fustiga el campo. La lluvia menuda, el cielo descolorido le recuerdan que la cárcel está en Lima; el ruido de los automóviles, la torre de la iglesia cercana, no obstante su proximidad, le recortan el espacio y lo insertan en el paisajede la prisión, crucero principal de la ciudad moderna. El Sexto, erguido y voluminoso, se le antoja un monstruo que tritura a sus huéspedes imperturbablemente. En diálogo con Cámac, su compañero de celda, sindicalista minero, intuitivo y serrano como él, Gabriel aprende las más claras lecciones sobre la cárcel y la vida. Cámac tenía un ojo enfermo que le supuraba sin pausa; pero por el sano irradiaba una luz convincente, de tenaz rebeldía. La opacidad y el fulgor de sus ojos impresionan a Gabriel y trasuntan la lucidez y el desvarío de las pláticas; entretanto, el monstruo cosificado adquiere otra significación: en él se apretuja la estructura humana y económica del Perú contemporáneo, sólo que, paradójicamente, el sector popular ocupa el nivel más alto, cual si se hubiese invertido la pirámide. En la tabulación de las costumbres carcelarias, de la conducta de los reclusos, y de las amistades y los odios, entra en juego un conjunto de apreciaciones y sentimientos pertinazmente serranos. Las tres figuras capitales: Gabriel, Cámac, Juan, son de origen andino. La intuición y el sentimiento, la reminiscencia y la furia despojada de doctrina, hermanan a estos hombres en su percepción del país como secuencia de espacios (sierra-costa), y como espacio con profundidad, en el prisma de base rectangular que es el Sexto y todo el Perú. La vida carcelaria debería ser entonces una experiencia compartida, mas, puesto que en ella se revelan igual que al microscopio los vicios y virtudes del país, Gabriel descubre que el suyo, como el problema de los otros políticos, no es un caso personal, no es un caso de conciencia, y sin embargo está anegado de individualismo. "La soledad no se goza; la soledad se sufre": junto a la escoria humana, en El Sextose hallan los seres más idealistas del país; sin embargo, la discrepancia en las cuestiones prácticas aleja a los hombres más que las ideas, y lo que distingue a la persona, –para Gabriel ¡intelectual!– no son las teorías, sino la conducta. Frente al monstruo cosificado, los hombres se autodefinen y desunen, a pesar de haber comprendido el secreto de la cárcel y de la sociedad. Después de oír las opiniones de Cámac sobre el estado del Perú y el remedio de su crisis, Gabriel comenta: "Aun en la cárcel me parecían temerarias esas palabras""Tenía 23 meses de secuestro en el penal y había recuperado allí el hábito de la libertad" (p.17). No se había juzgado con tan punzante amargura a nuestros regímenes dictatoriales; en ellos, la cárcel, negación de la persona, disforme reflejo de la sociedad, le ofrece al hombre lo que la vida ciudadana le arrebata: la libertad de comprender y de expresarse; le promete, en fin, el sueño de un nuevo país. Y aunque sólo sea en el plano simbólico, esta realidad se desborda del prisma, y expande e incorpora las secciones parciales del territorio en un nuevo "todo" ideal. Ese ideal habita en el Sexto; en ese sentido uno de los reclusos dirá "Esta es nuestra casa…".